viernes, 23 de noviembre de 2012

Capítulo 1


Cuando entró en el bosque del norte la noche y sus estrellas colmaban el cielo, las nubes cubrían la luna dejando el ambiente con una pálida y tenue luz. Con cada suspiro el vaho escapaba de su boca, Annie subió la bufanda hasta cubrirse la cara por debajo de los ojos, tapando las pecas, empezaba a congelarse la nariz. Una daga colgaba de cada lado de su cintura, previamente envenenadas por un veneno que ella misma fabricó. A pesar de que Fang la acompañaba, el bosque de noche era nido de bandidos, y no estaba de más ser cauto, sobretodo teniendo en cuenta como estaba el reino. 

Fang le había acompañado desde pequeña, cuando lo encontró atrapado en un cepo de cazador, era tan sólo un cachorro. Ella se encargó de curarle la pata, aunque no curase de la forma más adecuada, al cabo de un par de meses en la pata no se advertía ningún rasguño. En su clan no era el primer lobo que acompañaba a algún miembro, pero seguía siendo el más joven de todos. Llevaban ya años juntos y la acompañaba en cada misión, fuese de caza o de asesinato. Ambos compartían los ojos verdes, pero aunque el pelaje de Fang fuese blanco ella tenía el pelo negro como el azabache. Annie tenía ya 16 años, de modo que Fang ya podía considerarse un lobo bastante adulto.

Los pies se le hundían en la profunda capa de nieve, y el único sonido que oía eran sus pisadas lentas en la nieve y el roce de las dagas contra el pantalón. Se ajustó la capucha cuando vio a lo lejos un atisbo de luz. Susurró un suave "sh" de forma que Fang estuviese atento a cualquier atisbo de peligro. Caminaron entre pinos de la forma más sigilosa posible, acercándose a la luz poco a poco. A los pocos minutos de andar vieron que la luz procedía de una cueva, de modo que se metieron allí, esa cueva era en la que siempre quedaba con él. Nada más entrar una flecha salió disparada y pasó bastante lejos de ambos.

-Ya veo que no mejoras con el arco, ¿eh?- Annie bajó la bufanda y rió.
-He fallado tan sólo porque desvié el arco en el último momento, si no no podría haberte salvado ni siquiera Fang.- Nathan le miró molesto antes de reír entre dientes.

 Nathan era el primer amigo que tuvo Annie, y a pesar de vivir en la costa sureña, se veían bastante a menudo. El pelo color cobre le empezaba a llegar por los hombros y los ojos seguían tan azules como el mar en el que se crió, un poco de acento sureño se notaba en su voz, la alegría siempre le acompañaba. Nathan era el único recuerdo de la infancia de Annie, fue el que la hizo madurar y darse cuenta de como era el mundo realmente. De pequeña sólo lloraba por su familia perdida y no luchaba por seguir adelante, pero Nathan le dió razones para olvidar su pasado, le dió un lugar en el que crecer y le enseñó que podría ser útil protegiendo el reino desde las sombras. Le enseñó el clan de asesinos, técnicas de lucha, y todo lo que ella sabía ahora mismo. Tan sólo se llevaban dos años, y era como un hermano mayor para ella. 

-Sigues tan pálida como siempre, te vendría bien una visita al sur.- Nathan se sentó en el duro suelo de la cueva.
-Sí, con todos esos marineros buscando burdeles y el aire cargado de salitre, vamos Nathan, sabes que odio el sur.- rió Annie y acto seguido se sentó a su lado.
-Algún día te llevaré quieras o no, tanta nieve debe de afectarte.- le sonrió y sacó un mapa de la mochila de cuero.- Bueno, vamos al grano.




domingo, 18 de noviembre de 2012

Cuenta atrás sin un día señalizado


                                                                         


Otro día más que pasaba, no eran buenos ni malos, sólo días que pasaban, sólo se preocupaba al despertarse de como acabarían. Era una cuenta atrás si un día señalizado, avanzaba a ciegas hacia lo desconocido y cerraba las manos en torno a la vela para que no se extinguiese la luz. El mundo había dado tantas vueltas que apenas era reconocible para ella, se aferraba a lo que conocía y se adentraba a la aventura con lo demás. Era tan fácil perder el camino y tan difícil recuperarlo de nuevo, sin rumbo fijo, sin tiempo establecido. Pero el mundo seguía girando, quedaba mucho por vivir, en el momento menos esperado podría cambiar todo repentinamente de nuevo, pero esta vez de forma positiva. Ya había agachado demasiadas veces la cabeza y callado demasiadas palabras, que formaban un nudo en su garganta y una presión en el pecho día a día. Era momento de soltar las palabras y no esconderse detrás de una cabeza agachada, de ver el mundo de forma nueva y empezar desde cero. Porque por muchos caminos que pierdas y muchas luces que se apaguen, un cambio inesperado del destino puede devolverte el camino y la luz que te guíen hacia la felicidad. 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Un día cualquiera



                                                         


La mayoría de días no tienen nada de especial, pasan, no se cuentan, no impactan, no marcan ningún momento que merezca la pena recordar, pero aquel día de febrero... Era como un sentimiento completamente nuevo, es increíble lo que puede cambiar tu vida de un día a otro, simplemente porque otra persona se cuele por alguna raja de tu corazón. Aquel sábado ella no esperaba nada especial, que el día sería la misma rutina de a diario, esperar al día de mañana y así sucesivamente. Pero en el momento menos esperado, esa persona apareció y le robó el corazón y lo guardo para él. Era como si le hubiesen dado la vuelta al mundo, que hubiesen cortado la cuerda que la mantenía fija al suelo. Se sentía libre con él, capaz de hacer cualquier cosa mientras él le sujetase la mano. Se le olvidaba el resto del mundo cuando estaba a su lado, se sentía la persona más afortunada del mundo por ello. Entre sus brazos se sentía segura, sin que nada pudiese dañarla, apartaba sus pesadillas mediante susurros, dió un cambió a su forma de pensar, hizo que su corazón latiese de nuevo, encontró un mundo dentro de sus ojos y supo valorar cada detalle que ignoraban de ella. La hizo sentir única y querida, le dió los meses más felices de su vida, y ella desea que su historia no llegue al final.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Mirada vacía, labios resecos.






Se acostaba deseando no soñar, se levantaba anclada a la cama sin fuerzas. Necesitaba tener la mente llena con cosas sin importancia, sin ningún punto débil que pudiese hacer que su fe se desvaneciese. Su vida pendía de un hilo, trataba de mantenerse fuerte ante la tormenta, de buscar un refugio aunque estuviese en el lugar más inhóspito de su imaginación. Trataba de pensar en un feliz futuro y olvidar un pasado que ya no merecía la pena mencionar. No era injusta, intentaba entender un ruido incomprensible para sus oídos. Trataba de evadir preguntas con respuestas vacías, de reconocer a alguien que olvidó su rostro hace años. No pensaba en lo evidente, no se ilusionaba por la posible salvación, pero tampoco se dejaba llevar por la voz negativa que le susurraba al oído. Necesitaba una mano que no la dejase escapar, mantenía los pies en el suelo cuando deseaba dejarse llevar por la brisa...

Trataba de llenar un vacío, que era imposible de completar.